Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

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miércoles, 8 de febrero de 2012

Transformar lo ordinario en extraordinario, lo real en surreal


En mi imaginario colectivo, la década del sesenta del siglo pasado fue una mescolanza efervescente de ideas nuevas, de psicodelia, ácidos, de Woodstock,  de hippies, de música pop, de experimento, de  protestantes de una guerra estúpida, del mayo francés, Martin Luther King,  de mensajes de paz, Bob Dylan y su blowin’ in the wind, Koudelka y su reloj de Praga. 
Los sesenta representaron para mi una década de inflexión donde los más jóvenes  comenzaron a tener más voz y voto y las ideas radicales y revolucionarias brillaron como también las utopías.

Londres 1958 - 1959 © Sergio Larraín
Dentro de ese contexto, hubo una historia que penetró transversalmente por esa década que dejó una estela mágica, sutil. 
Todo comenzó cuando, una tarde de principios de los sesenta se encontraron en un café de Montmartre de París,  el gran fotógrafo chileno Sergio Larrain con su amigo,  el escritor argentino Julio Cortázar
Allí, entre el humo y el griterío habitual de los parroquianos, Larrain le contó un extraño episodio reciente. Mientras realizaba un trabajo fotográfico alrededor de la iglesia de Notredame,  Larrain había capturado una escena imprevista de la que sólo se dio cuenta al revelar el material.

Esta historia inspiró a Cortázar para realizar un cuento que lo tituló “Las Babas del diablo”. Publicado en 1964, el cuento narra la historia de Michel, un fotógrafo de París, que acaba de presenciar un asesinato sin saberlo. Sólo se da cuenta de ello, al ampliar el negativo en su laboratorio.



Esta dicotomia realidad / ficción que se mezcla a través de una imagen es lo que Constantine Manos explica en su conferencia en la George Eastman House en el 2010: transformar lo ordinario en extraordinario, lo real en surreal . 
En ese sentido Larrain al igual que Cortázar lo habían interpretado como Manos,  esa tarde en el café de Montmartre. Y ese legado, en parte mágico y maravilloso, es la materia prima irracional, imprevisible que tienen las instantáneas y, en definitiva, la street photography.
Un tiempo después, el director italiano Michelángelo Antonioni tomó la historia del cuento para realizar Blow-Up,  un film que marco otro punto de inflexión en los sesenta en la forma de narrar cine.

Clquear en la imagen para ver el video de una escena de Blow up (1966)

Cortazar ya nos dejó hace un poco más de un cuarto de siglo. Ayer, se nos fue Larrain y este es uno de los tantos legados de este gran fotógrafo chileno que quiero compartir con vosotros.
Un abrazo y hasta el viernes!!

10 comentarios:

  1. Fantástico, gracias por compartirlo! Besos

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    1. Gracias Annie, sabía que te iba a gustar!! Un abrazo!!

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  2. Entrelazas muy bien el contenido para darle forma.
    Tenía la esperanza de conocerlo en persona, pero el tiempo me jugo una mala pasada.
    No me canso de ver obra suya. Quizás por andar por rincones que reconozco a diario y por encontrar ciertas escenas que a pesar de los años, no han cambiado mucho. Afortunadamente para mi.
    Un abrazo

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    1. Me imagino que si, jan. Supongo que debes reconcer muchos rincones que Larrain ha estado. Y eso también tiene su magia. Un abrazo grande!!

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  3. En que poco espacio has contado tanto. Gracias.

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  4. Marcelo, estoy con Annie, Jan y Agustín: éste es tal vez un de tus mas bonitos post "complices". Lástima que el chileno ya haya marchado (aunque nos quedan sus fotos!). Parafraseando a un compatriota tuyo, respecto a la ausencia de Cortázar, hoy podríamos decir: "Sergio, che, volvé, ¿qué te cuesta?".
    Un abrazo!

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    1. Así es la vida, Rafa..hoy se fue Spinetta, uno de los más grandes poetas y músicos argentinos y también me digo lo mismo: Che, volvé...
      Gracias por tus comentarios y saludos a tus lindos bajitos!

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  5. Gracias por compartir esta historia, una confluencia de genios tan fructifera... en un ambito tan "cotidiano"...

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    1. Justamente allí está la genialidad...hacer que lo cotidiano trascienda. Y eso tiene su mérito. Un abrazo grande y gracias!

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