Something
Ilustración Antonio Boffa |
Las luces mortecinas de velas pequeñitas resplandecían en su cara hundida en la extensa playa de Palolem. Una y otra vez recordará esas raras sombras que se dibujaban caprichosamente sobre su rostro anguloso.
Sólo la luz diferida de esos ojazos estáticos, fijos, permanecían indisolubles. Una y otra vez en el tiempo.
- Traducime la canción, por favor… - le imploró quien viaja - tu sabés que mi inglés...
- Lo haré - susurró, alzando sus ojos a cielo - déjame escuchar... - y el viajero se sintió un poco más aliviado, menos observado.
“...Algo en su manera de moverse/ me atrae como ninguna otra amante.../
...Algo en su manera de seducirme/ no quiero dejarla ahora/ ahora le creo a ella…”
Y como en un estado de hipnosis la música se posicionó de su pequeño cuerpo.
George Harrison cantaba soporífero.
Así, la atmósfera creada anestesió sus sentidos con placeres lúdicos y creyó que el paraíso estaba cerca, demasiado cerca.
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