Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

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viernes, 7 de septiembre de 2012

Transiberiano: un tren llamado aventura. Última parte


En el kilómeto 2120 comienza oficialmente Siberia, que en lengua tártara significa “tierra dormida”. Parece que los cedros y pinos no terminan nunca de pasar frente a las ventanillas. Cada 50 kilómetros las típicas casas rusas de madera rompen la monotonía y agricultores, colonos o niños saludan nuestro paso.

Trenes de carga con madera de la taiga rusa. Tyumen, Rusia © Marcelo Caballero

Entramos de lleno en la taiga rusa. Viajamos 400 kilómetros para conocer Tyumen, la ciudad más vieja de Siberia y capital del petróleo. Llevo muchos días sin escuchar castellano pero el milagro ocurre. ¿usted es argentino? Pregunta alguien desde la puerta del restaurant donde almuerzo. De inmediato me giro y una rubia muy atractiva se me acerca. “Lo oí y recordé Buenos Aires” dice la mujer.
Larisa tiene 35 años y su historia es la de muchas rusas que prueban suerte en el extranjero. Para poder trabajar se casó con un argentino mucho mayor que conoció por correo y después de un año se separó para regresar a su país. “ Viví en Mar del Plata y lo único que podía realizar era tareas domésticas porque el pasaporte ruso no brinda muchas garantías”.
Pronto, subo a otro tren que me lleva a Omsk que en tiempos soviéticos era la ciudad de los exiliados. En el tren conozco a una babushka, una abuela llamada Ludmila que no entiende nada de lo que le digo pero descubro que soy buen actor y nos entendemos por señas. Luego se me ocurre decir : Maradona y la mujer rie a carcajadas. Apenas piso en andén de Omsk, Ludmila me lleva a su casa y ratifico una vez más la hospitalidad del pueblo ruso.

La vedette de los  “Mercadonas” rusos

El vodka es la gran vedette rusa. En los supermercados de las grandes ciudades siberianas como Novosibirsk, hay más góndolas con esta fuerte bebida alcohólica que alimentos. Pero lo que más me llama la atención es la obsesiva sensación de estar vigilados. En cada super trabajan decenas de vigilantes de yogures, fiambres y vodkas que parecen salidos de la KGB.
Novosibirsk queda a unos 4.000 kilómetros de Moscú y denota una gran euforia capitalista. Por eso le dicen “la Chicago de Siberia”. Luego en un bus local me dirijo a Akamdegodorok reputado bunker de cerebros de la ex Unión Soviética.

 Taiga en Akamdegorodok, Rusia © Marcelo Caballero 



La villa es un enorme predio de verde taiga salpicado por numerosos departamentos universitarios. Allí conocí a Irina Caxahehko que me cuenta que aquellos intelectuales rusos fueron reemplazados después del colapzo de 1992 por una élite de expertos en informática y la villa se convirtió en la Silicon Taiga.
La Perla de Siberia







El tren es inagotable como fuente de amigos y de aventuras. Así, nos dirigimos a Krasnoyark, ubicada a unos 800 km. de Novosibirsk 

Krasnoyark, Rusia © Marcelo Caballero 

 Y compartirmos el trayecto con un grupo de divertidos jóvenes rusos que luego nos llevarán a visitar la impresionante central hidroeléctrica sobre el río Yanisei.
Con parte de esos amigos nos dirigimos luego a Irkutz, a 1.000 kilómetros, una ciudad considerada la más turística, cultural de Siberia.

Irkutz, Rusia © Marcelo Caballero 

 De hecho, mis nuevos amigos rusos son senderistas escaladores y junto a ellos nos vamos pronto a recorrer el Baykal, el lago de agua dulce más grande del planeta.

Lago Baykal, Rusia © Marcelo Caballero 

Después de tantos kilómetros recorridos, el tren se convierte en un viejo y entrañable amigo. Pero finalmente mi viaje por Rusia se quiebra en la ciudad de Ulán Udé a pasos del límite con Mongolia. 

Ulán Udé, Rusia © Marcelo Caballero  


En Ulan Udé se respira un aire más asiático y no tan ruso. Y es allí donde decido desviarme hacia el sur en vez de continuar hasta Vladivostock. Mi próximo expreso será el transmongolian, un desprendimiento del transiberiano que atraviesa el corazón del país del gran Genghis Khan.
 Pero esa será otra historia.
Hasta  el lunes!!

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Transiberiano: un tren llamado aventura. Parte 2


Rumbo a los Urales

El legendario tren  transiberiano. © Marcelo Caballero

El transib, como lo llaman cariñosamente los rusos, es una imaginaria columna vertebral que enlaza docenas de pueblos a lo largo de Rusia. Es un pilar de la economía nacional junto con la industria militar. La red férrea es el transporte ruso por excelencia. El transib traslada a través de 9288 kilómetros a miles de personas, uniendo Moscú con Vladivostock, en el extremo oriental de Rusia, frente al mar de Japón.
Ricos y pobres se mezclan en los vagones.
Desde un principio de esta aventura convine en viajar en tercera clase debido a que es barato y una de las mejores maneras de conocer al pueblo que convierte al tren en una verdadera ciudad ambulante.
El amanecer me encuentra conversando con Galia Kirnasova, una joven rusa que habla muy bien el inglés. Entusiasmada, me invita a conocer su pueblo: Primero de mayo, situado a 30 kilómetros de Nizhny Novgorod.

El tren transiberiano para en Nizhny Novgorod © Marcelo Caballero
Galia vive en un típico edificio colmena derruido por el paso del tiempo. Al empujar la pesada puerta de entrada penetramos a un pasillo oscuro, con olor a pis, puertas sin manias garabateadas con aerosol. Afuera, el paisaje silencioso de fábricas abandonadas y plazas sin niños no es nada alentador. Los brutales desequilibrios de la Rusia post soviética  aún se dejan ver.
La joven al igual que muchos chavales que conocí en el tren quieren emigrar. “Conseguí trabajo como guía turística en Alaska. Me voy dentro de unas semanas” confiesa Galia.

Vista del río Volga que cruza Nizhny Novgorod , Rusia © Marcelo Caballero

Dientes de oro

Decido dejar Nizhny Novgorod  al segundo día y compro un ticket en  un tren local (cuarta clase) rumbo a Ekaterimburgo para esa noche. Me habían dicho que esos trenes tenían mala fama pero igual acepto la aventura.   El billete me salió super barato y me esperan 1400 kilómetros de travesía.
Es medianoche y hay poca gente en el andén. El tren llega a horario y entro despacio, tanteando todo. Avanzo en silencio ante la mirada inquisidora de una docena de hombres que jugaban a las cartas. Ni rastros de mujeres en aquel vagón.
Cuando intento guardar mi mochila debajo del asiento que me corresponde, un hombre del grupo me detiene. “Niet, niet, niet” (no, no, no), me gruñe ese hombrecillo exhibiendo el brillo de un canino de oro. Me quedo parado un tiempo largo…horas. Hasta que no aguanto más y lo increpo y sin más abro el baúl. Adentro una paloma hace de mi guardaequipaje su lecho real. Finalmente y a regañadientes, cede y deja que me siente.

© Marcelo Caballero

A medida que avanzamos hacia el este los husos horarios cambian y ya llevamos tres horas más que en Moscú. Desde las ventanillas vemos kilómetros de frondosos bosques de abedules, fresnos o robles, laderas verdes escarpadas y largos túneles. Nos vamos acercando a los montes Urales, el límite entre Europa y Asia.
La llegada a Ekaterimburgo impresiona. Se abre ante mis ojos un verdadero palacio con escaleras de mármol  rosado y gigantescas arañas. Adhiero al servicio de hospedaje en casa de familias y conozco a una pareja de ancianos, jubilados del sector ferroviario. Viven cerca del lugar donde el último zar fue asesinado junto con su familia en 1918.
Koler y Lida conocen a fondo la vida del transiberiano. “Antes había más dinero para el mantenimiento de los trenes. Ahora el estado ni siquiera paga salarios dignos – señala Lida – hoy el único punto positivo es que trabajan muchas mujeres”.


©Marcelo Caballero
Sigue la aventura el próximo viernes...nos adentramos en Siberia...hasta pronto!!