Friedlander, es un fotógrafo excepcionalmente atento a todo lo que pasa en las
calles, su gente; y se convirtió, además, en un ejemplo clásico en eso de construir “bodegones
callejeros” que insinúan la presencia humana de una manera alegórica y, por momentos, cínica o punzante.
Friedlander viajó por todo el país fotografiando monumentos
en cementerios, parques, caminos, plazas. De alguna manera, quería capturar la tensión entre el pasado y el presente, lo real e
ideal.
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