Rumbo a los Urales
El legendario tren transiberiano. © Marcelo Caballero |
El transib, como lo llaman cariñosamente los rusos, es una
imaginaria columna vertebral que enlaza docenas de pueblos a lo largo de Rusia.
Es un pilar de la economía nacional junto con la industria militar. La red
férrea es el transporte ruso por excelencia. El transib traslada a través de
9288 kilómetros a miles de personas, uniendo Moscú con Vladivostock, en el
extremo oriental de Rusia, frente al mar de Japón.
Ricos y pobres se mezclan en los vagones.
Desde un principio de esta aventura convine en viajar en
tercera clase debido a que es barato y una de las mejores maneras de conocer al
pueblo que convierte al tren en una verdadera ciudad ambulante.
El amanecer me encuentra conversando con Galia Kirnasova,
una joven rusa que habla muy bien el inglés. Entusiasmada, me invita a conocer
su pueblo: Primero de mayo, situado a 30 kilómetros de Nizhny Novgorod.
El tren transiberiano para en Nizhny Novgorod © Marcelo Caballero |
Galia vive en un típico edificio colmena derruido por el
paso del tiempo. Al empujar la pesada puerta de entrada penetramos a un pasillo
oscuro, con olor a pis, puertas sin manias garabateadas con aerosol. Afuera, el
paisaje silencioso de fábricas abandonadas y plazas sin niños no es nada
alentador. Los brutales desequilibrios de la Rusia post soviética aún se dejan ver.
La joven al igual que muchos chavales que conocí en el tren
quieren emigrar. “Conseguí trabajo como guía turística en Alaska. Me voy dentro
de unas semanas” confiesa Galia.
Vista del río Volga que cruza Nizhny Novgorod , Rusia © Marcelo Caballero |
Dientes de oro
Decido dejar Nizhny Novgorod
al segundo día y compro un ticket en
un tren local (cuarta clase) rumbo a Ekaterimburgo para esa noche. Me
habían dicho que esos trenes tenían mala fama pero igual acepto la
aventura. El billete me salió super
barato y me esperan 1400 kilómetros de travesía.
Es medianoche y hay poca gente en el andén. El tren llega a
horario y entro despacio, tanteando todo. Avanzo en silencio ante la mirada
inquisidora de una docena de hombres que jugaban a las cartas. Ni rastros de
mujeres en aquel vagón.
Cuando intento guardar mi mochila debajo del asiento que me
corresponde, un hombre del grupo me detiene. “Niet, niet, niet” (no, no, no),
me gruñe ese hombrecillo exhibiendo el brillo de un canino de oro. Me quedo
parado un tiempo largo…horas. Hasta que no aguanto más y lo increpo y sin más
abro el baúl. Adentro una paloma hace de mi guardaequipaje su lecho real.
Finalmente y a regañadientes, cede y deja que me siente.
© Marcelo Caballero |
A medida que avanzamos hacia el este los husos horarios
cambian y ya llevamos tres horas más que en Moscú. Desde las ventanillas vemos
kilómetros de frondosos bosques de abedules, fresnos o robles, laderas verdes
escarpadas y largos túneles. Nos vamos acercando a los montes Urales, el límite
entre Europa y Asia.
La llegada a Ekaterimburgo impresiona. Se abre ante mis ojos
un verdadero palacio con escaleras de mármol
rosado y gigantescas arañas. Adhiero al servicio de hospedaje en casa de
familias y conozco a una pareja de ancianos, jubilados del sector ferroviario.
Viven cerca del lugar donde el último zar fue asesinado junto con su familia en
1918.
Koler y Lida conocen a fondo la vida del transiberiano.
“Antes había más dinero para el mantenimiento de los trenes. Ahora el estado ni
siquiera paga salarios dignos – señala Lida – hoy el único punto positivo es
que trabajan muchas mujeres”.
©Marcelo Caballero |
Sigue la aventura el próximo viernes...nos adentramos en Siberia...hasta pronto!!
Hice el Transiberiano hace tres años, en el mes de septiembre, y la desilusión fue grande. No se correspondía nada a la idea que yo tenía en la cabeza de vagones llenos de gente y con gran actividad. Igual es que yo no viajé en tercera.
ResponderEliminarOtro problema es que no podíamos bajar y subir donde nos apeteciera pues había que llevar cerrado todo el itinerario. Ahora veo que tú has ido sacando los billetes a tu aire. Yo iba con dos amigos y sólo paramos unos días en Irkutsz para ir al lago Baikal, no es fácil acomodar las apetencias de cada uno.
Desde el punto de vista fotográfico tampoco me resultó muy positivo. Lo más interesante eran las paradas de 20 minutos en las estaciones, llenas de vendedores de comida. Fui subiendo fotos a un blog que había creado expresamente para este viaje, y al finalizar el año se me olvidó renovar la direccdión IP y me quedé sin blog, pluf! desapareció en el ciberespacio!
Hola Luisa! gracias por los comentarios. Lamento que hayas tenido tantas contingencias en tu viaje. Y no sabía que había que llevar el itinerario cerrado.
EliminarPara disfrutar del viaje hay que ir a lo libre. De esa manera, uno puede adentrarse en el inmenso cosmos de la red del transiberiano, su gente, sus pueblos que viven alrededor.
Y si, hay que viajar en tercera clase para conocer al pueblo ruso....la gente de allí no tiene, en general, dinero para clases más confortables que están destinadas únicamente a turistas o acaudalados....
Un abrazo grande!!