Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

Translate

lunes, 3 de septiembre de 2012

Transiberiano: un tren llamado aventura. Parte 1

 San Basilio. Moscú, Rusia © Marcelo Caballero

Está a punto de amanecer en Moscú y la mañana se anuncia fría y tormentosa. Las siluetas de los monumentales edificios de la era comunista emergen fantasmagóricos detrás de la espesa niebla.
 Aún dormido, bajo de un triste autobús que huele a vodka, en el que la gente viaja con sus perros a cuestas. Llego desde Minsk, la capital de Bielorrusia y pronto iniciaré otra aventura.
 Embarcaré en el mítico tren que atraviesa 10.000 kilómetros de lo más exótico de Asia: el transiberiano me espera.
Moscú es una ciudad gigante. Gran parte de la vida sucede bajo tierra, en pasajes subterráneos repletos de centros comerciales interconectados por el colosal subte que fundó Stalin en 1935.
No dudo y me introduzco en la intimidad del alma rusa, pero el idioma es un serio inconveniente.

Metro de Moscú, Rusia © Marcelo Caballero

 El 80 % de los rusos ni siquiera sabe decir yes y mucho menos “si”. El lenguaje cirílico es ininteligible y cada día en Moscú es un desafío a mi capacidad de adaptación.
A pesar de ello sigo adelante y deambulo por la populosa estación férrea de Jaroslav hasta que encuentro una empleada que chapurrea algo de inglés. Ella me vende el boleto de tercera clase para esa misma noche hacia Nizhny Novgorod, 441 al este de Moscú.


Estación de Jaroslav, Moscú © Marcelo Caballero

De esa manera a las 22, 30 hs. estoy en la estación buscando el tren Nº 026. Allí, pregunto por el andén y trato de interpretar los carteles. Chequeo nuevamente los horarios de salida y mi tren no aparece y encima nadie sabe nada.  Por ello, decido retornar a la oficina de los tickets y ellas (con señas, claro) me indican la línea de subte. Entonces voy a ver nuevamente a Anna, la mujer que me vendió el pasaje. “Su tren parte a 7 kilómetros de aquí” dice la rusa con amabilidad. Y con sólo 15 minutos a favor, me subo en el peor de los taxis rusos.
Quickly, quickly please!!” le grito desde el asiento de atrás. Pero el conductor no tiene intenciones de apurarse y el viaje se hace eterno. Perder ese tren implica perder dinero y vaya a saber cuantos días para conseguir otro. Finalmente el taxista me deja a 500 metros de la estación. En una alocada carrera hacia el andén y con el billete en lo alto me tropiezo con todo el mundo, hasta que un mendigo se ofrece de guía.
Escalones, más escaleras, no doy más y la incertidumbre me cierra el estómago. El maldito tren parte 30 segundos antes de tiempo y las provonitzas (azafatas en ruso) paradas en las puertas de los vagones,  no muestran compasión alguna. Y el expreso se aleja en cámara lenta.
Resignado, vuelvo a la oficina de Anna. Y ante mi sorpresa, la chica entra en acción y vuelve con buenas noticias: “conseguí  otro boleto, amigo. Sale a las dos de la mañana en el tren 059, en tercera clase”.

El tren transiberiano © Marcelo Caballero

El miércoles les relataré nuevas aventuras del viaje por los Urales!! no se lo pierdan!! hasta pronto!

2 comentarios: