Miradas Cómplices constituye un laboratorio de ideas, de reflexiones fotográficas e imágenes que, quizás, encuentren vuestra complicidad.

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miércoles, 6 de octubre de 2010

Tipos extraños y medievales

A medida que el viajero pasa un tiempo en un lugar, va conociendo a mucha gente local o por lo menos lo intenta. Y ,entre ellos, aparecen algunos que por cualidades propias y apreciaciones ajenas se convierten en los personajes del lugar. Y siempre son tipos extraños y singulares.
Pero cuando llegó a Ponte de Lima, pequeño pueblo ubicado en el corazón del Minho portugués, no pensó encontrarse con algunos que parecían literalmente salidos de la antigüedad.
Ponte de Lima ofrece un escenario idóneo para ello: un puente romano por donde históricamente pasan los peregrinos camino a Santiago de Compostela, plazas antiguas y angostas callejuelas medievales.
Era todo un placer para el viajero caminar durante el atardecer por aquellos monumentos vecinos al río Lima. La atmósfera transitaba allí entre la melancolía y la tranquilidad; hasta que algo pasó,  como siempre ocurre.


I

Largo de Camóes - Ponte de Lima - Portugal
El primer personaje en cuestión podría decirse que lo sorprendió bastante por el modo en que se le apareció. Estaba recostado detrás de él, en un banco de piedra en el Largo de Camöes.
Al principio, le pareció una persona normal pero cuando se levantó, observó que el hemisferio derecho de su cabeza no tenía cabellos, y su cara estaba desfigurada , le faltaba una oreja y unas grotescas manchas blancas se apropiaban de toda su frente. Su aspecto, con todo el respeto que se merece este pobre hombre, como verán, era aterrador.
Curioso, el viajero, con cierta discreción, comenzó a observarlo.
A pesar de los treinta grados que hacían en ese momento, el hombre impávido iba vestido con una chaqueta negra bastante vieja y caminaba pausado, mirando siempre hacia abajo como si pidiera disculpas por su presencia.
Esta actitud parecía traerle sus frutos. Con una lentitud pasmosa, se paseó por entre las mesas de los bares abarrotados de turistas; y de pronto, se paró en seco y pidió un cigarrillo. 
Se lo fumó sentado en un banco de la plazoleta y luego retornó hacia la persona que le había dado el tabaco para pedirle unas monedas y el sorprendido turista se lo dio.
Parecía ser que todos los días hacía lo mismo y a la misma hora.


II

Puente Romano - Ponte de Lima - Portugal
El otro personaje lo descubrió entre sueños.
A eso de las seis de la mañana, unos horribles gritos lo despertaron y salió al balcón para ver que pasaba allí afuera. La mañana despuntaba. Y por entre una oscura callejuela emergió un hombre que caminaba rápido haciendo ademanes violentos con las manos y cada diez metros paraba y vociferaba palabrotas a alguien que supuestamente estaba al lado.
A la mañana siguiente otra vez. Parecía ser el gallo que despertaba al pueblo.
Pero una tarde cuando el Largo estaba lleno de turistas apareció. Esta vez el visitante pudo observarlo mejor.
Parecía estar desquiciado. El personaje era un joven ventiañero con aspecto atlético que caminaba enérgico con el torso desnudo. Todo en él era violencia. Realizaba personificadas y acrobáticas tomas de artes marciales entre los paseantes que no daban crédito a semejante situación.
En unos minutos desaparecieron todos. Pagaban sus consumiciones y huían. Entre tanto el hombre ajeno a ello, se sentó furioso en una mesa, la golpeó varias veces con el puño y empezó a mirar alrededor buscando algo que nadie podía acaso entender o explicar.
Pero lo más extraño ocurrió al atardecer del día siguiente.
Como era una costumbre, el viajero paseaba por el puente romano cuando de repente, unos metros por delante, se acercaba aquel hombre con su extraña y personificada bronca habitual, por llamarlo así.
 Pero esta vez, el miedo comenzó a apoderarse del visitante. Aquel hombre portaba una navaja que raspaba contra la pared de piedra del puente.
Entonces se dejó llevar por el instinto y sin detenerse a mirarlo,  siguió caminando como si nada sucediera. Quizás este accionar dio resultados ya que el personaje no hizo nada y siguió raspando la piedra a medida que avanzaba.

- Perdón, ¿usted conoce aquel hombre joven y violento que anda con una navaja? preguntó el viajero a un camarero de un bar en el Largo.
- Si, si. Lo conocemos muy bien …- dijo sin sorprenderse. Acto seguido siguió secando algunos vasos recién lavados.
- Pero…la policía no hace nada?. ¡Ese hombre es un peligro público! – señaló casi gritando.
- Es parte de nuestras vidas, señor. Es inofensivo y terminás acostumbrándote a él – señaló el camarero sin dejar de secar los vasos - nunca le pegó a nadie y eso te lo puedo decir yo, eh? que nací acá.

2 comentarios:

  1. Curiosos personajes que creo se pueden encontrar en cualquier rincón del mundo, basta con estar atento...y una se pregunta dónde está la frontera entre realidad y ficción? Marce, felicidades por tus notas!!

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  2. La frontera quizás es un límite un poco difuso, ambiguo cuando se escribe pero en este caso como es un relato, traté de mantener ciertas realidades tal cual las percibí...los personajes se me aparecieron asi!!
    gracias por el comentario y hasta pronto!!

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